¿Por qué investigar sobre los cereales?
Fecha: 19-May-2019
Fuente: Ernesto Igartua Arregui
Ernesto Igartua Arregui /
Investigador Científico,
Estación Experimental de Aula Dei, CSIC, Zaragoza
Si somos lo que comemos, ¿de qué estamos hechos? A nadie le sorprenderá saber que los cereales son una parte importante de nuestra dieta. Según la FAO, casi la mitad de las calorías que ingerimos viene directamente de los cereales (indirectamente, a través de los piensos, aún más). Esta cifra es algo inferior (un 30%) en los países desarrollados, como España, y algo superior en los países en desarrollo. Todos sabemos que los cereales son importantes, pero estas cifras no dejan de sorprender. Se podría decir que las sociedades actuales son “adictas” a los cereales. Sin entrar a juzgar si esta adicción es buena o mala, el hecho incontestable es que son el puntal esencial de la seguridad alimentaria.
La presencia de los cereales en la agricultura española es más que respetable, como demuestran estas otras cifras: de todo el territorio español (504.000 km2), un sorprendente 12,5% (18% en Aragón) está ocupado, cada año, por cultivos de cereales. De toda la superficie dedicada a producir cultivos, el 37% está sembrado con cereales (el 50% en Aragón), hasta el punto de ser el factor dominante de los paisajes de buena parte de la España interior. Es una “despensa” enorme, aunque insuficiente. España es deficitaria en cereales, con una balanza comercial negativa (y creciente) de unos 9-10 millones de toneladas por año durante este siglo, así que no podemos descuidar su producción. Sin dar más cifras, es fácil intuir que la importancia económica es también de primera magnitud. Así que, tanto desde el punto social (seguridad alimentaria, fijación de población), como del económico y medioambiental, la producción de cereales afecta a los tres pilares básicos de la sostenibilidad. Más nos vale cuidar y atender con mimo a estos recursos, absolutamente estratégicos.
¿Qué ha hecho la investigación por los cereales? Las variedades que consumimos ahora tienen poco que ver con las que se cultivaban hace 50 o 100 años. En especial, porque son mucho más productivas, gracias a la investigación. La tasa de incremento de la productividad en los cereales va de los 20 a los 200 kg de incremento por hectárea y ¡por año¡, en los sistemas en los que se ha evaluado con detalle. Esos incrementos son atribuibles en similar medida a la mejora genética y a la mejora de factores agronómicos. Si queremos seguir comiendo en un mundo con mayor población y sin tierras de cultivo adicionales, tenemos que plantearnos estrategias para seguir aumentando la productividad, persiguiendo lo que se ha dado en llamar la “intensificación sostenible”.
¿Se presta suficiente atención a la investigación en cereales en España? Respuesta rápida: no, como ocurre en todos los campos de la investigación española. Sin embargo, incluso en la penuria en la que nos movemos, los cereales parecen especialmente marginados. Sin salir de la agricultura, hay otras especies más llamativas, hortícolas y frutales, que atraen más la inversión y el interés del público. No se me entienda mal, no sugiero que se invierta menos en esos cultivos, pero los humildes cereales no reciben en nuestro país la atención que merecen como pilares de la alimentación.
No todo es negativo. Hay algunos motivos para el optimismo. En España hay investigación pública relevante a nivel internacional en los distintos cereales, con algunos “primeros espadas” y una “clase media” muy digna. Hay también un sector empresarial, tanto de pymes como de grandes empresas, que empieza a comprender los beneficios de la investigación y del desarrollo de productos propios. Otra buena noticia: disponemos de algunas herramientas únicas para ello. En España tenemos la gran suerte de contar con una riqueza de diversidad genética de cultivos como el trigo, la cebada o la avena, mayor que en el resto de países europeos. Además, aún se ha usado relativamente poco para obtener variedades mejoradas. Esta diversidad es un cofre del tesoro genético aguardando a ser descubierto y explotado, con la inapreciable ayuda de los avances de la biología moderna.
¿En qué más tenemos que poner nuestros esfuerzos e inversiones? Las conclusiones de una reciente acción de prospectiva impulsada por el INIA se publicaron en Vida Rural (01-05-2015). En ellas se reflejaron las preocupaciones de los sectores público y privado involucrados en la I+D+i en cereales en España. Se destacaron como principales áreas de actuación: el fomento de la transferencia de resultados al sector privado; el aumento de la productividad y de la resiliencia de los cultivos y agroecosistemas; el desarrollo de una agricultura eficiente en el uso del agua; el control de los estreses bióticos, enfermedades, plagas y malas hierbas; el ya mencionado uso de la diversidad genética local en la mejora; el aumento de la calidad del material vegetal de propagación; el incremento de la calidad de los cereales y de sus productos derivados; el fomento de una fertilización adecuada, precisa y sostenible de los cultivos de cereales; el uso de técnicas de laboreo, rotaciones de cultivos y agricultura de precisión adaptadas a los cereales; el estudio del efecto de los cereales sobre la salud; y las evaluaciones de los efectos de la PAC y otras políticas agroambientales. Así que sabemos lo que hay que hacer y hay gente que sabe cómo llevarlo a cabo. Hay que impulsar foros de comunicación y cooperación, como RICA, dotar de capital humano y económico a las actuaciones estratégicas y esperar a los resultados. Nuestra comida depende de ello.